09 octubre 2007

Estampa urbana

Estaba ayer por la tarde en la puerta principal de la estación de autobuses esperando que llegase uno, apoyado en uno de los cristales echando humo, cuando se acerca un tipo a un taxista, habla con él un minuto escaso y se va. El taxista se acerca a sus colegas, que formaban un corro, y les dice:

-Psss... -con los labios torcidos y señalando con la cabeza al tipo que acaba de irse-, mira el ingeniero, que me pregunta que cuánto le cuesta ir a la Ciudad del Motor en Molina... Pues 13 ó 16 euros, lo que marque el taxímetro, pero el payo quería saber lo que costaba, y yo qué sé, eso lo que diga el taxímetro, coño, y míralo, se va con su maletín p’adentro, seguro que cuando me vaya vuelve a salir a preguntarle a otro... -se echa mano a la entrepierna para ajustarse el pantalón en la zona. Algunos de sus colegas, contagiados, se ajustan la entrepierna tanto que se descojonan-. Anda que... tanto traje y tanto maletín y míralo...

Justo entonces llega el autobús que estaba esperando, así que nos subimos al coche, arranco, pongo los Maiden y nos damos el piro. Daba por supuesto que, nada más meternos en el coche, los taxistas, siguiendo el ejemplo de los albañiles, pero en diferido, no se ahorrarían ni un elogio: qué pedazo de tía lleva el cabrón ese, joder con la paya, y cosas por el estilo.

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