20 marzo 2007

Envidia 2

Cuarenta y tres años antes de que naciera Jesucristo, un día como hoy, vino al mundo Ovidio, del que ya dijimos que murió cuando aquél era aún un adolescente con acné y cuatro pelos en la cara. También dijimos que Ovidio escribió Las metamorfosis.

Hoy haremos un repaso de la de Níobe, actualizando, eso sí, tiempos, lugares y circunstancias, pero no motivos, que permanecen.

Digamos que Níobe es vecina de Leto y ambas son mujeres de renombre en el pueblo, mujeres importantes: Níobe es hija de Tántalo, famoso funcionario fugitivo, pero es que Leto la supera en fama, dado que su padre es Zeus, alcalde absoluto, y por eso mismo se le tributan honores: ¿en qué pueblo no miman a la hija del alcalde?

Sin embargo, Leto sólo tiene dos hijos, Apolo y Artemisa, mientras que Níobe tiene catorce, siete hijos y siete hijas, así que, envidiosa de los privilegios de que goza Leto, se burla de ella porque la supera en progenie y descendencia, y propone que los honores se le rindan a ella, y no a Leto.

Estas burlas de Níobe tocan las fibras sensibles de los hijos de Leto: enfadados, iracundos, Apolo y Artemisa asesinan a casi todos los hijos de Níobe. Apolo mata a seis hijos; Artemisa, a seis hijas. Sólo quedan vivos Amiclas y Melibea.

De esta forma, Níobe se queda con un hijo y una hija, igual que Leto. Empate. Pero un empate transitorio, pues Amiclas, que sale a buscar venganza, también muere.

Resultado final: Leto 2 - Níobe 1.

Entonces llega el dolor tremendo e incontenible que comienza a sufrir Níobe debido a la pérdida de sus hijos. Si apenas podemos describir el sufrimiento infinito de una madre que pierde a un hijo, ¿cómo es posible describir el dolor incalculable de una madre que pierde a trece hijos?

Es, no obstante, posible. La metáfora, el mito nos ofrece una imagen que nos comunica lo indecible: Níobe, llorando, arrodillada junto a los cadáveres de sus hijos, le pide a Zeus que la convirta en piedra, y así se le concede: Níobe se transforma en una roca de la que emana agua.

Acordaos de ella cuando veáis una fuente, un manantial. E imaginad su dolor.

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