05 octubre 2017

El extraño caso de las vías: estrategias políticas para justificar el no soterramiento


La noche del 3 de octubre tuvieron lugar unos extraños acontecimientos en las vías. La imagen parecía la típica de las veinte jornadas anteriores: a las ocho de la tarde los vecinos se congregaron en las vías, custodiadas por un fuerte dispositivo policial. Todo transcurrió con normalidad (al menos la normalidad propia de estos días de movilizaciones ininterrumpidas y pacíficas, como han sido siempre las convocadas por la Plataforma Prosoterramiento) hasta alrededor de las 21.30 h., cuando un grupo de agentes de intervención entró por Torre de Romo, avanzó por la calle peatonal que hay junto a Moto5 y llegó hasta las vías, donde había un grupo de gente tratando de destrozar el muro, lo que provocó una primera estampida. Tras esto, se quedaron todos estos policías en formación defensiva en las vías.
Esta fue la primera y última vez que los agentes intervinieron. A partir de entonces, y a pesar de los serios incidentes que se produjeron a escasos 200 metros en la vía, ni un solo policía movió un dedo para impedir que un grupo de personas, algunas de las cuales tapaban sus caras con diversas prendas (la prensa habla de “150 radicales”), destrozara el muro instalado esa misma mañana, metiera tubos grandes y contenedores en las vías y les pegara fuego varias veces.
Preguntado uno de los policías por los vecinos acerca de por qué no intervenían, la respuesta fue que tenían órdenes de quedarse allí: órdenes, pues, de permitir semejante destrozo. ¿150 radicales y no se detuvo a nadie? Qué extraño. Y qué extraño también que todo acabara completamente destrozado: hasta arrancaron los inmensos postes de acero. ¿Estarían anclados con palillos al suelo o es que estos radicales llevaban destornilladores y taladros industriales?
Dos días después, se multiplican las declaraciones de algunos políticos. El presidente de la comunidad autónoma, un tal López Miras, puesto a dedo por el expresidente, que está siendo juzgado por varios delitos y para quien la Fiscalía pide dos años de prisión; este joven presidente puesto a dedo, elegido por nadie, dijo (en una intervención televisiva donde miró más hacia la mesa que hacia el entrevistador o hacia la cámara, en un gesto no verbal que delata su incomodidad y su mentira) que con estos actos vandálicos y de sabotaje quizá no sea posible el soterramiento; en la misma línea se pronunció el ministro De la Serna: hay, dice, “un riesgo real” de que el contratista abandone. Aunque fue su policía la que no movió un dedo para evitar los destrozos, que, por otra parte, pagará el seguro. Otra cosa es que no les interese, que es lo que a todas luces parece…
Y mientras Adif dice a ratos que el soterramiento sigue adelante y se hará, también dice a ratos que todo está en peligro y que quizá no se haga.
Por tanto, tras una noche de destrucción provocada por gentes que no pertenecían al vecindario, con caras ocultas, con la inmovilidad y la más absoluta pasividad de la policía, que no levantó un dedo para detener a estos vándalos, el poder político se acoge a esta sucesión tan extraña y peregrina de acontecimientos para justificar (¡toma ya!) que no habrá soterramiento.
Entretanto, al día siguiente se produjo en Madrid la reunión para tratar el asunto del Corredor Mediterráneo, que deja el problema del AVE en pañales. Este corredor supone la entrada de cientos de trenes de mercancías que atravesarán no como un goteo, sino como una lluvia incesante la ciudad de Murcia.
Yo ya empiezo a pensar que la llamada vía provisional tiene poco de provisional y mucho de ampliación de las vías existentes para dar cabida a mayor tráfico ferroviario…

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